Ricky Nelson García Amador
Nació el 26 de febrero de 1973, desapareció el 16 de mayo de 1998
(hijo, hermano, esposo y padre)
Testimonio de sus familiares[1]:
Ricky era gordito, cejón, de ojos negros y pelo oscuro muy lindo, tenía bigote y una boca muy bonita. Su proyecto de vida era ver crecer a sus hijos, darles lo mejor de sí y sacar a su familia adelante. Siempre quiso lo mejor para nosotros, no sólo para sus hijos y yo, también para sus padres y hermanos, siempre fue muy cariñoso con ellos, sobre todo con su mamá. De nuestra unión, me quedaron tres hijos: dos niñas y un niño. La menor de las niñas estaba en mi panza cuando ocurrió ‘lo que todos ya sabemos’; la mayor sufrió, siendo muy niña, todo el terrible duelo de la desaparición de su padre; y el niño, que salió bien parecido a Ricky. Todo el mundo dice que el papá le dejo el molde exacto, incluso le heredó también el temperamento, la rebeldía y las habilidades futbolísticas. A Ricky le gustaba mucho el deporte, sobre todo el fútbol, y siempre quiso que su hijo fuera un gran futbolista.
Yo siempre me he preguntado ¿Por qué?, ¿Por qué le quitaron a mis hijos la posibilidad de tener a su padre? , ¿Por qué le quitaron a un padre la posibilidad de tener a sus hijos? No lo entiendo y me sigo cuestionando…
Vivencia de los hechos:
Testimonio de Luz (esposa):
Ese día Ricky salió del trabajo en su moto hacía la casa. Yo me encontraba en el bazar, en medio de todo lo que estaba pasando: el bazar estaba a un costado de la cancha de Fútbol, unas 250 o 300 personas se encontraban allí en la celebración. A las 9:30 de la noche incursionaron unos 20 o 30 hombres, fuertemente armados, en dos camionetas encarpadas 350 y en una camioneta platón de doble cabina. Estaban uniformados como la Fuerza Pública, algunos iban encapuchados y otros tenían la protección de un chaleco antibalas con las siglas del DAS. Empezaron a empujar a la gente, a golpear indiscriminadamente a cualquiera y nos insultaban con palabras soeces. A un muchacho que tenía el pelo largo le pegaron y le cortaron el pelo a machetazos. A otro muchacho, de 17 añitos no más, lo degollaron en una esquina de la cancha frente a toda la comunidad ¡Eso fue terrible!
Yo soy testigo de lo que paso ese día, de cómo irrumpieron con violencia en la comunidad y nos lastimaron a todos. Yo no entendía por qué se llevaban a los muchachos así. No entendía muy bien, ni siquiera había visto al muchacho degollado. Sin embargo estaba tranquila porque Ricky no estaba ahí, él estaba en su trabajo…
Pero esa tranquilidad sólo me duro hasta que mi suegra recibió una llamada como a las 10:30. Nos informaron que la moto Ricky, de placa BJB77A, estaba tirada en el barrio 9 de abril y que había sido interceptada por los ‘paras’ allí mismo…
Ahí empezó todo. Yo me veo como era antes, en esa época, cuando sucedió todo y me veo muy frágil, además estaba embarazada. Hoy reflexiono sobre lo que yo era y me doy cuenta de que, aunque sí ha sido muy triste y muy difícil de llevar, también me ha hecho más fuerte y más luchadora. Después de la desaparición de Ricky, sentí la necesidad de emprender esta lucha que llevo ahora conmigo. Lucharé ya no sólo hasta encontrarlo, sino hasta que mi Dios me diga: “hasta aquí, es suficiente”, y no sólo por Ricky, también por cada una de las personas y las familias que sufren el flagelo de la desaparición forzada. Mi bandera son mis hijos, antes me dediqué sólo a sacarlos adelante, haciendo las veces de madre y de padre, hoy ellos son la bandera de mi lucha.
La madre de Ricky, mi suegra, y yo nos pusimos la misma camiseta y tenemos la misma bandera. La mía, mis hijos y la suya, sus nietos. Reafirmamos la memoria de Ricky, ella desde su espiritualidad, practicando la religión evangélica y yo siendo políticamente activa. Mi suegro, padre de Ricky, fue asesinado en extrañas circunstancias el 20 de mayo del 2001. Yo cambiaría mi vida por la de él. Mi suegro se había dedicado a averiguar sobre la desaparición de Ricky y con seguridad ya sabía algunas cosas y por eso lo callaron…
“Mi compromiso es con las víctimas y sus familias. Yo sé cómo es el dolor de la ausencia de un ser amado, y la angustia que genera no saber lo qué paso, no saber la verdad, si está vivo o está muerto, en dónde y por qué…”
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[1] Véase en Véase capítulo Ricky Nelson García Amador. (2008) Sin volver ni haberse ido. A los familiares de las víctimas luego de 10 años de dolor, espera e impunidad.