Nelson Fabio Castañeda
¡Deséeme suerte, ya estoy que me devuelvo pa’ la finca!
Llevaba desde las seis de la mañana de aquí para allá, hágale y hágale, que refriegue el trapero, que lave la escoba, que brille el piso y dele. No había tenido ni un segundo para respirar, tanto así que hasta se le había olvidado la rabia que sentía acumulada en la mitad de la garganta. Decidió ir disque por un pocillo de tinto, pero no fue sino que parara un segundo pa’ que el enojo se le subiera otra vez a la cabeza. Comienza a darle vueltas otra vez esa vocecita que no para.
Es que ya van a ser dos meses por acá con mi hermana. Me vine con el peladito en brazos porque salió un trabajo y ya estaba aburrida en Guarumo con nuestro hermano. Eso allá era muy arrecho, les dolía darle a una un plato de comida. Pero qué va, aquí es lo mismo, la desconsiderada no se da cuenta del esfuerzo que me tocó pasar para llegar acá, porque eso de dejar al marido, aunque a una la maltraten, eso sí es muy verraco, para rematar con que la familia lo ande tratando a uno también a las patadas.
