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Gustavo Luquerna Gualdrón

Gustavo Luquerna Gualdrón.

Cuñado, esposo, padre y amigo.

Hombre desaparecido en Bucaramanga (Santander) en marzo de 1989.

Familiar: María Faustina Gil.

Historia de vida:

Nacido en el año de 1958, Gustavo Luquerna Gualdrón fue siempre un hombre muy amable y atento, aunque tenía sus defectos, era un buen marido el cual trabajaba por el bienestar de su familia. En las palabras de María Faustina Gil –su cuñada- ‘vivía por su esposa y ella vivía por él`. De su matrimonio surgieron dos niños,  uno nacido en el año de 1982 y el otro en 1983. Vivieron en relativa tranquilidad hasta que en marzo de 1989 la esposa de Gustavo fue asesinada en casa. Unas semanas más tarde, mientras estaba con sus suegros pasando luto por la pérdida de su ser querido un hombre aún desconocido lo arribó y lo desapareció.   

Vivencia de los hechos:

Hace veintitrés (23) años la esposa de Gustavo fue asesinada en el municipio de ‘Galán’, Santander, teniendo tan sólo 32 años de edad. Ella era la sexta hija entre trece, siendo varios años mayor que María Faustina.

Al parecer todo inició cuando a las ocho (8) de la noch,e de un día como cualquier otro empezando el mes de marzo, la policía se contactó en Bucaramanga con el padre de ambas hermanas. En la llamada los oficiales le expresaron sus condolencias y afirmaron que su hija había fallecido. 

Al recibir esta lamentable noticia salieron con gran prisa de su casa en Bucaramanga hacia el municipio ‘Galán’ en su automóvil, pues todavía no podían asimilar lo que les había dicho el comisario y necesitaban comprobarlo ellos mismos. Llegando a la vereda la ‘Loma’ se cruzaron con Gustavo. Este último, sorprendido de verlos en ese lugar a esa hora les preguntó hacia donde iban. El padre de Faustina le contó con dolor la difícil noticia, Gustavo, pasmado, no pudo creer lo que le decía, así que decidió partir también con ellos. Una vez en ‘Galán’, estando cansados por el viaje y la incertidumbre mezclada con el dolor que llevaban en sus corazones, les ordenaron pasar la noche en el CAI de policía esperando a que hiciesen el levantamiento del cadáver. Sólo les permitieron salir de la estación hasta el otro día a las siete (7) de la mañana. Algo inusual, pues como lo expresa Faustina, ‘o sea, a nosotros nos detuvieron en pocas palabras’.

Después de haber pasado una pésima noche salieron temprano a comprar el féretro en el que sepultarían a la esposa de Gustavo, antes de proseguir en el camino de la no bienvenida certeza que les esperaba en el hogar de la pareja. Al llegar, su primera sorpresa consistió en hallar los objetos de la casa revolcados. Alguien había entrado desorganizando las cosas para robar su dinero y sus joyas. Desconcertados y llenos de horror se dieron cuenta de que el supuesto levantamiento que realizaron las fuerzas públicas consistió en tender boca abajo el cuerpo de su familiar.

Mientras la mente de cada uno de los integrantes de la familia intentaba entender lo que sus ojos abrumados veían, los hijos de Gustavo salieron de unos matorrales y corrieron hacia llenos de tristeza para contarles lo que había ocurrido. Al parecer, después de que los homicidas se fueron, su madre les pidió con su último aliento que le dijesen a su padre cuando llegara lo que en realidad pasó. Así pues, en medio de los sollozos desgarradores los dos pequeños se enteraron que los presuntos responsables del asesinato eran soldados bachilleres del Ejercito Nacional. ‘…Ella alcanzó con su amor a hablarle a los pelados…’, dice con inmensa melancolía Faustina. Sin embargo, cuando más tarde llegó el ejército al lugar de los hechos, antes de que arribara Gustavo y el resto de la familia, les ordenaron a los niños que si alguien les preguntaba contestasen que había sido su padre el que había matado a su madre con un hacha. Aun cuando el cuerpo sólo mostraba una herida en el abdomen provocada por la entrada de una bala.

Una vez los niños se calmaron un poco y terminaron su narración, un hombre de tercera edad de la vereda se acercó a la familia pues él también presenció el acontecimiento. Según el anciano dos hombres golpearon a la puerta repetidas veces. Dentro de la casa la mujer de Gustavo se disponía a servir la comida mientras los niños jugaban, y dada la hora pensó que era él quien llamaba a la puerta, por lo cual se dirigió presurosa con alegría a recibirlo. Pero en el preciso instante en que abrió le dispararon viendo a lo largo de su caída al piso cómo sacaban de la casa a sus niños para que no estorbaran. Con total tranquilidad estuvieron parados frente a ella un rato, al parecer esperando a que muriese, y cuando vieron que no se movía más se marcharon caminando sin prisa. En ese instante sus hijos entraron de nuevo y su madre les dio el mensaje que ya habían expresado los pequeños.

Cuando el anciano finalizó su aporte a la reconstrucción de los sucesos, con gran amargura e impotencia el padre y el hermano de María Faustina tuvieron que realizar un verdadero levantamiento. Así las cosas, alzaron el cuerpo, y sintiendo el peso de su duelo físicamente en la carga del cadáver, la acostaron en su sarcófago.

Hecho esto no quedó más que regresar a Bucaramanga, pero cuando se encontraban saliendo  del ‘Galán’ fueron detenidos por unos policías que querían hacerle una autopsia al cuerpo de la difunta. Según el testimonio de Faustina, el mismo día los amenazaron en dicho pueblo. Por otra parte, un hermano que se encontraba en la capital del departamento de Santander fue detenido y llevado hacia una quebrada donde también lo intimidaron, a lo que él les dijo ‘¡Si me van a matar, mátenme aquí sentado! ¡Pero si yo voy caminando no quiero que ustedes me disparen!’, los hombres que lo capturaron se burlaron de esas palabras y lo dejaron ir.

Terminada ésta amarga jornada retornaron a su hogar con un vacío lleno de tristeza y sufrimiento. Tan sólo pasó aproximadamente un mes de relativa calma a la vez que la familia afrontaba su luto antes de que desaparecieran a Gustavo en Bucaramanga. La última vez que lo vieron entró a la casa de sus suegros -donde se estaba quedando-,  acompañado por un hombre desconocido, sacó ropa en una maleta, le dijo a uno de los hermanos de su difunta esposa ‘cuñado, voy a lavar una ropita’ y se fue. Transcurrieron horas, días y semanas, pero nunca volvió de su supuesta diligencia. Hasta el día de hoy no se sabe nada de su paradero, siendo este el año en el que cumpliría cincuenta y cinco (55) años.

Cuando todo esto ocurrió sus hijos tenían apenas seis (6) y siete (7) de edad. En la actualidad tienen veintinueve (29) y treinta (30) años pero nunca podrán olvidar todo los tragos amargos que su familia tuvo que pasar. Los dos tienen esposa; el primero vive en el municipio de ‘San Vicente de Chucuri’; el segundo, en el de ‘Yarima’. En palabras de Faustina ‘El mayor es muy juicioso, el desordenadito es el segundo pero ahí va. ¡Muy juiciocitos esos pelados!’.

Mas  tarde, en septiembre del mismo año murió el padre de Faustina. Éste, ante todos los acontecimientos que había sufrido recientemente perdió las ganas de vivir y, dejándose  llevar por la amargura, falleció. Su madre, por el contrario, a pesar de tener una enfermedad terminal continúo luchando por amor a sus nietos, ya que necesitaban de alguien que les diese el  cariño y el  cuidado que, por lo sucedido, no podían recibir más de su mamá. Sin embargo, después de que murió fue Esperanza, una de las hermanas de Faustina, quien se hizo cargo de ellos. Por último, A pesar de que María Faustina tiene ya una hija y una nieta, lo cual la regocija, esto no desaparece la huella indeleble del dolor que dejaron esos hechos en su alma.

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